Puñales. Puñales cortados por el mismo patrón que te clavan en el corazón. Y ya, por enésima vez, al sentirlo tan profundo, ya ni duele. Cuando te hacen sobrepasar limites olvidados para ti después de tanto tiempo, ves reales cosas como el amor para, después, cerrarte la puerta en las narices. Y de esto va, de puertas que se cierran, de 'amor' (si es que existe), de reciprocidad o de ese maldito puñal; ese puñal, quizás sea karma o quizás mala suerte(si es que existe, también).
Centremoslo hoy en la suerte. Suerte de haber conocido a alguien, suerte de ganar una apuesta o la lotería, suerte al tirar unos dados, suerte al mirar a los ojos a otra persona y sentir lo mismo que ella, suerte al ver que entra en el último segundo, suerte al despertar y verla en primera instancia al abrir los ojos... Me niego a creer que eso pase por decisión divina, má
s bien, me da la sensación de que la suerte no es mas que decisiones de actores como tú o como yo; decisiones sobre el escenario de las que dependerá el transcurso
de una obra improvisada, con actores secundarios que entran y se quedan o se van en
un escenario particular del actor principal...

En esa función, el público tiene el don de entrar y salir a su antojo, de ver la obra sin llegar a intervenir en ella, y esos espectadores, los que se niegan
a entrar y se quedan a un escalón del escenario, son los vitales en la obra. Aquellos que, particularmente por amor, te hacen plantearte si estás dentro o fuera del escenario.